Las Secret Wars de Jonathan Hickman
- El Deivid
- 11 jun
- 3 Min. de lectura

Tras varios años a cargo de los Cuatro Fantásticos primero y de los Vengadores más tarde, Jonathan Hickman tomaba prestado el nombre del evento más famoso de la historia de Marvel para cerrar con un broche de oro su paso por estas dos franquicias. Tomando varias referencias del evento original y dándoles una vuelta de tuerca, consiguió cerrar una de las etapas más recordadas de la historia moderna de Marvel Comics.
Estamos hablando del que probablemente haya sido el evento más grande jamás contado dentro de la historia de Marvel. Un evento con una serie de ramificaciones, tanto en colecciones regulares como en una suerte de miniseries que se fraguaron para expandir y dar empaque la idea que Hickman tenía en la cabeza.
Si bien el evento original (del que hablaremos en otro momento) fue una especie de estrategia comercial para vender muñecos, en este caso, Hickman creó una realidad paralela en la que poder terminar de explotar una serie de conceptos que había desarrollado a lo largo de los años, tanto en los 4F como en Vengadores. Tenemos varios paralelismos entre ambos eventos. El protagonismo del Doctor Muerte. La implicación de un montón de personajes de importancia de todo el universo Marvel. El papel del Hombre Molécula. Sin embargo, las Secret Wars de Hickman tienen un peso, un sabor, un desarrollo y una resolución que hacen de esta, una historia con voz propia.

La idea del choque de universos, más allá de lo creativo, responde a una necesidad editorial (como sucedió en las Crisis en Tierras Infinitas). Marvel planeaba cerrar el universo Ultimate y qué mejor forma de hacerlo que incluirlo en la trama original de un evento de tal magnitud. Así veremos cómo personajes como Miles Morales saltan del universo Ultimate al canónico para quedarse. O cómo sucede lo mismo con el Viejo Logan desde su propio universo de los Baldíos. Creo que es destacable remarcar tales hechos, tales necesidades editoriales, por lo bien hiladas que están en la propia historia principal que, se nos presenta de forma orgánica y tras una serie de incursiones que hicieron su aparición en la serie de los Vengadores.
Hickman sabe unificar estos conceptos y darles valor narrativo, mezclarlos con sus propias ideas y dar como resultado un evento intrincado, pero con una épica palpable. La premisa estaba clara. Tras el choque de universos, el Doctor Muerte al fin se hacía con el poder supremo que siempre había anhelado y daba forma así al mundo. Un mundo con sus aristas, sus contradicciones, sus injusticias, pero un mundo que, al fin y al cabo, funcionaba. Muerte consigue no sólo gobernar el mundo, tal y cómo siempre ha soñado, sino que lo hace con cierto sentido de justicia. No sin haberle robado su puesto a su archienemigo como padre de la primera familia. En un gesto audaz y algo siniestro, para qué negarlo, se deshace de dos de sus grandes antagonistas, sometiéndoles a unos roles fundamentales para la supervivencia de este nuevo mundo. Hickman justifica la posición de Muerte como Dios supremo ya que es el único que se atreve a aceptar tal responsabilidad, tal poder.

A partir de ahí, versiones de lo más locas de algunos de nuestros personajes favoritos, dispersos en este mundo de batalla tan peculiar, formado de retazos de otros mundos y realidades y gobernados por algunos de los villanos más temibles del universo Marvel. El nivel de creatividad y de épica es total. Las Secret Wars de Hickman nos han dejado alguno de los momentos más memorables de la historia reciente de Marvel Comics. La muerte de Thanos. La llegada de los dos Spider-Man ante el Hombre Molécula. La lucha entre la Cosa y Franklin Richards. Y sobre todo, bajo mi punto de vista, el enfrentamiento final entre Richards y Muerte.
Secret Wars es un evento complejo, con una miríada de ramificaciones y un planteamiento con raíces en tramas creadas con años de antelación. Y sin embargo, se lee de un tirón si que prácticamente haga falta ningún contexto ni ningún extra. La figura del Doctor Muerte está perfectamente delineada. Algunas versiones de los personajes son puro divertimento. Los momentos épicos se suceden uno tras otro hasta el cierre, que no deja lugar a dudas de las capacidades como arquitecto de Jonathan Hickman.




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